PARTE DEL AIRE
Al balcón sale sin saber a donde va, pero sabe que no tiene nada que temer. Sólo cruza sus delgados brazos sobre el frío hierro verde de la baranda. Observa y observa sin mirar de más. Canta, ríe y juega, a través de sus ojos claros, con los pájaros que merodean, pero su persona se encuentra total y tristemente sola. El dolor y la soledad son los compañeros de siempre, no sólo ellos sino tantas miserias cruzadas y enlazadas entre si. Mientras que en su mente hay miles de emociones, afuera las aves incitan y persuaden sus acciones, invitan a su persona a ser parte de ellas.
Dos segundos son suficientes para rever su estado, como es que esta ahí, como advirtió entre las opresoras paredes grises de su habitación, la puerta semiabierta que da al gran salón de piso de madera, donde llegaban miles de rayos de luz entre las hendijas de la desgastada puerta de roble, los mismos provenientes del gran ventanal con vista a la calle. Como entró a ese lugar y esa luz, y ese balcón que la atrajo de una manera inexplicable. Su visión apunta al cielo, siempre, sin advertir el pequeño tamaño de las personas y cosas que se encuentran debajo de ella. El ávido viento sacude sus rubios cabellos y sus ropas son fuertemente agitadas. Nada de lo que pasa a su alrededor altera sus pasiva y distendida actitud pero recreada en sus ojos, el movimiento tranquilo y de bienestar de los pájaros se refleja en su misteriosa mirada. Piensa en escapar, en ser parte de ellos, que vuelan libremente por territorios desconocidos, que tienen la oportunidad de equivocar sus caminos y con la fuerza suficiente para ser dueños de sus propios destinos.
Ahora el frío hierro verde es la base de los pies descalzos de su ser, y sus brazos toman la pared izquierda sosteniendo su consumido cuerpo. La escena es vista por una mujer obesa de rodete y vestida elegantemente, quien circulaba por el gran salón de piso de parqueé, el desconcierto es el vivo reflejo de su mirada. No sabe como resolver la situación, sin asustar a su imagen que se trasluce entre sus ropas sueltas con la luz de media mañana que impacta sobre ella. Mientras que sus ojos siguen observando a las aves, sin importar más. Sus rodillas parecen levemente flexionarse, al tiempo que la gorda mujer corre dificultosamente hacia el balcón para detener su locura. Grita queriendo hacer volver en si a su persona. Las delgadas rodillas se estiran, una leve sonrisa en sus sumisos labios se proyecta, y por dos segundos su esbelta figura forma parte del aire, es un ave más, es un ser del viento, es libre al fin.
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traveler.agosto2002
1 comentario:
y quien no ha anhelado ser parte del aire al menos por esos dos segundos, q- todavia no hay dolor y q el dolor parece acabar. Excelente creacion.
Agos
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